... o tiene riesgo de serlo. NOTICIA DEL 22 DE SEPTIEMBRE DEL 2004
Entre un 1 y un 3% de la población adulta es adicta al juego, y un 3 o un 4% adicional corre el grave riesgo de convertirse en jugador patológico, por sus prácticas. El dato, cuya dimensión real se advierte si se compara con otras estadísticas relativas a enfermedades, por ejemplo la esquizofrenia, que sufre apenas el 1% de la población adulta, salió ayer a relucir en la jornada técnica que sobre 'Nuevas adicciones' se celebró ayer en la capital. La organización corrió a cargo de la asociación Indalajer, que solicitó al experto Enrique Echeburúa que se encargara de la ponencia principal.
Las llamadas adicciones psicológicas, es decir, aquéllas en las que no interviene ninguna sustancia química, están ganando cuota en la sociedad española. El «uso anormal de una conducta normal», como es jugar a las máquinas, comprar, practicar sexo, utilizar el móvil o el ordenador, consultar las líneas del tarot o distraerse con un videojuego, requiere la ayuda de profesionales, cuando se sobrepasan ciertos límites. Según Echeburúa, «la línea que separa la afición de la adicción se sitúa en el momento en que se pierde el control sobre una actividad, ésta empieza a interferir con la vida cotidiana y se realiza, no para sentirse bien, sino para evitar sentirse mal».
El mayor riesgo de caer en las adicciones, sean del tipo que sean, se da en la adolescencia y la primera juventud, cuando «la personalidad aún no está completamente formada», afirmó ayer Echeburúa.
Tratamiento
A pesar de que la mayor parte de los adictos se inicia antes de los 25 años, los estudios en este campo demuestran, según salió ayer a relucir, que no es hasta que han cumplido la treintena cuando se deciden a seguir un tratamiento, es decir, después de entre 5 y 10 años de adicción.
En cuanto a género, la incidencia de las adicciones es sensiblemente más alta en los hombres que en las mujeres. Sin embargo, Enrique Echeburúa afirmó ayer que «la diferencia no es tanta como la que se da entre hombres y mujeres que siguen un tratamiento». Al parecer, las mujeres son más reticentes a pedir ayuda para abandonar sus adicciones, a causa del supuesto rechazo social al que consideran que se verían sometidas.
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