LECTURA DEL MENSAJE

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66 años. Jubilado. Una regulación de empleo le dio demasiados días libres. La casa se le caía encima y él, cada vez que salía, gastaba unas 15.000 pesetas. Prefiere no calcular cuánto dinero ha dilapidado, pero reconoce que llegó a falsificar la firma de su mujer. Casado y con cuatro hijos, dice que su vida ha dado un giro de 180 grados desde que hace cuatro años dejó el juego. Ahora habla más y es un hombre tranquilo.
"Comencé a jugar con los boletos, luego con la lotería, las quinielas... Al final las máquinas tragaperras me absorbían tanto que me olvidé de los demás juegos. Me gastaba el sueldo entero. ¡Uf!, la regulación del empleo me hizo mucho daño; de repente, al trabajar sólo tres días a la semana, no paraba, cuando los hijos estaban en el colegio y la mujer en el trabajo, comenzaba a gastar. Cuando estás cerca de la máquina te atrae la luz, la música, había veces que no quería, lo digo en serio, y al final jugaba, sentía ansiedad, no por sacar el premio, sino porque sí, porque si sacaba el especial seguía jugando en la máquina de al lado. Andaba siempre irascible, saltaba a la mínima, no hablaba con nadie".
"Ahora hablo, soy más tranquilo. Me parezco a ese Emiliano de antes de jugar a los boletos. ¿Lo peor? Llegué a falsificar la firma de mi mujer para un préstamo... En ese momento no eres nadie, eres un zombi que sólo mete monedas en un armatoste de metal... Ahora lo veo, me enfrento. Sigo entrando en los bares, miro a la máquina, porque me tengo que enfrentar a ella, ¿me entiende? y pienso que sólo es un mueble. Nada más. Después de un año en la asociación, me considero rehabilitado. Ahora ayudo en casa, hablo más que antes, empleo mejor mi tiempo libre, mi vida ha dado un giro de 180 grados, no es tontería. Le dije a mi mujer: si consigo salir de la máquina no vuelvo a jugar nada. Y así ha sido... La máquina te consume. Recuerdo un día que me quedé sin dinero. Ya me iba, con la cabeza gacha. Me había dejado mucho. El dueño me dijo: `¡Oye, que si quieres te presto, que tiene que estar a punto de darte el especial!'. Y me tocó. Hijo, creo que le di pena, porque acabamos dando pena...".