Canallita Usuario
Ingresado: 06 de Junio de 2006 Lugar: Argentina Mensajes: 51
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Escrito el: 06 de Julio de 2006 a las 18:28
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va este texto extraido de un libro que refleja los pesares de los jugadores tal vez sirva.Saludos.
. Todo converge para que hombres y mujeres con dinero ensayen un sacrificio a la Diosa Probabilidad en los salones del Casino. Por ejemplo: el edificio de éste contiene un enorme teatro y salón de baile... ¡gratis! y mantenido por la «munificencia» de sus propietarios. El champaña de la mejor cosecha puede adquirirse allí más barato que en cualquier otra parte... aunque debe, por supuesto, beberse allí mismo. Puede uno ordenar una espléndida cena, maravillosamente servida, a un cuarto de su costo en los hoteles.
¿Por qué? Eso atrae gente al Casino, y una, vez allí resulta difícil resistir a, cuando menos, asistir al espectáculo del juego. Nueve veces de cada diez, quien sólo va a recrearse, no puede sofocar la tentación de jugar, y es entonces cuando pocos saben el momento exacto de abandonar...
Claro está que la Empresa vigila muy de cerca a los jugadores, y los excesos se contemplan con malos ojos. Existe un estricto código de etiqueta, impuesto por el Casino, aún en lo tocante a la vestimenta. Por ejemplo, intentar penetrar a los salones, desde las terrazas exteriores, en traje de "sport", le asegura a quién lo intente una cortés, pero indeclinable barrera frente a las puertas. Un humorista, bautizó esta escena tantas veces repetida, el "no estar a la nota para el juego". Con respecto a las toilettes femeninas existe siempre un severo control para evitar las demasiado atrevidas o llamativas.
El éxito de Citroen en la ruleta contrastaba con la invariable mala suerte de Sara Bernhardt; la divina Sara no ganó jamás en su vida un solo franco en todos los Casinos que visitó. Amaba tanto este juego que poseía una ruleta particular, que llevaba en todas sus giras, y con la que jugaba a solas.
Cierta vez creyó habehganado, y tuve que advertirle que la jugada pertenecía a una pequeña inglesa a su lado, que al reclamar su pertenencia, destruyó una de las mayores alegrías que Sara pudo tener en la vida.
Este libro sobre el juego y el azar sería incompleto si no mencionara yo a los varios e ingeniosos sistemas que aparecen de cuando en cuando con la finalidad de hacer quebrar a la banca, y levantar una fortuna, del paño verde. Puedo afirmar rotunda y definitivamente que no se ha concebido aún el sistema que pueda vencer al banquero en lo que va del siglo. Hasta donde mi experiencia alcanza, sólo una persona logró desbancar al Casino de Monte Carlo por medios legítimos.
Jamás transcurre una temporada, en Monte Carlo, como en cualquier Casino del mundo, sin que los jugadores se devanen los sesos en el anhelo de conseguir abatir la banca y alzarse con una fortuna. Muchos crean sistemas, y sólo llegan a arruinarse por la ingenuidad de sus propios cerebros.
Muchos de ellos obtienen ganancias, y dicen a sus amigos que alcanzaron por fin la meta, en apariencia inasequible, de la inmunidad frente al banquero. Lo que sucede, por supuesto, es sólo un capricho del azar, que se les rinde al principio; no conozco a nadie que a través de un sistema no haya terminado maldiciendo a su inventor, si es que no descubre por propia experiencia la falibilidad del mismo, al ensayarlo por segunda vez. Mucha gente, obvio es negarlo, ha estado muy cerca de alcanzar el sistema infalible. Han dado, incluso, verdaderos dolores de cabeza a los Casinos, y le han extraído sumas considerables, pero casi siempre han tomado la precaución adicional de comenzar con dinero de otros, los que con frecuencia, en el imperativo de recomenzar sus vidas.
El alcohol, el sensualismo y otros notorios instigadores al crimen palidecen ante el poder casi omnipotente que posee el juego para llevar a la ruina a hombres y mujeres.
Es extraordinario todo lo que puede llevar a cabo gente en apariencia honesta y respetable, cuando se hallan dominados por la fiebre del juego, o financieramente embarradas e incapaces de contener su pasión por el tapete.
Los "croupiers" deben tener una vista de lince, pues de otra manera pronto serían saqueados a diestra y siniestra. Una de las formas más usuales de juego sucio es, desde luego, la simple de cambiar los puestos apenas se canta el número ganador. Una larga mesa con dos "croupiers", y muchas veces, con varias docenas de jugadores, resulta muy difícil de controlar, y así, con la excusa de cobrar una ganancia, o colocar una apuesta, el jugador deshonesto puede correr su apuesta hacia la cifra premiada.
Aparte de toda esta variedad de estafas, hay una tremenda variedad de anormalidades y crímenes en el ambiente de los Casinos. Cuando piensa uno que concurren a ellos los delincuentes más hábiles del mundo, no puede causar asombro la serie de dramas y fraudes que con tanta frecuencia acaecen.
Estafadores, chantagistas, fulleros, ladrones de joyas, rateros, logran a veces evadir la vigilancia, y desplegar sus especialidades entre la concurrencia desprevenida de las salas de juego.
Hay también una laya de personajes irreprochables que se dirigen a los jugadores precisados de un préstamo en efectivo... ¡ese promisor billete adicional!... Es obvio recalcar que estos Shylocks no prestan sus servicios financieros sino a aquellos jugadores ampliamente conocidos por su solvencia material o social.
Los maridos que permiten a su mujer visitar solas las salas de juego, están provocándose toda clase de dificultades. La semilla de centenares de divorcios florece junto a las brillantes luces de esos salones e incontables hogares y reputaciones se han derrumbado merced a la bolilla de marfil, y el rastrillo del banquero. Como ya he dicho, una mujer ignora siempre lo que pierde hasta que no le queda un céntimo, y en tales casos abundan los que no vacilan en reparar el desastre, por ciertos "quid pro quo".
Recuerdo a una casada que perdió algo así como unos diez mil francos en Evian-les-Bains. A tiempo que apartaba yo su última ficha de mil francos un obeso griego a su lado, le introdujo en el bolso una cantidad de billetes de banco. Antes de que ella pudiese tocarlos, un inglés contiguo a su asiento, -un baronet- deportista famoso, tomó los billetes y volvió con mirada amenazante, a colocarlos en las manos del griego, mientras lo asía del brazo para conducirlo, muy a pesar del otro, fuera de la sala. Una vez allí el Baronet administró al necio seductor la más grande paliza que éste, de seguro, recibió en toda su vida. Quiero agregar que el inglés había sido compañero de estudios del marido de la imprudente mujer, aunque ésta no le conocía directamente.
En otra ocasión una rusa -embravecida de súbito por sus reveses en el tapete- extrajo una navaja, y comenzó a hacer maniobras peligrosas. Fue pronto reducida, pero no antes de dar varios puntazos a sus vecinos. Estos son los asombrosos efectos del juego.
No pasa de ser un mito la creencia de que en los sitios donde el dinero es Dios y urgencia, pueden hallarse diversos métodos y maneras para que los que quedaron sin blanca frente al tapete, encuentren la manera de recuperarse a sí mismos y a sus pérdidas, en una nueva tentativa.
Los usureros y prestamistas que infectaban lugares como Monte Carlo, Niza y otros centros similares de Europa, contribuían, en verdad, a reconfortar el corazón de numerosos sujetos en bancarrota, ansiosos de enconrar una "revancha
Tuve ocasión de conocer a uno de los más poderosos usureros de Monte Carlo, con quien solía beber una "menthe", y fumar un cigarrillo, en el Café de París, frente al Casino. El viejo "Isaac" poseía un buen repertorio de anécdotas que lo entretenía a uno durante horas, acerca de los sujetos de avería que visitaron su negocio, durante más de 20 años en que él dirigió las operaciones de préstamos en el Balneario.
-¿Cuál fue el cliente más raro que UD. recibió en su carrera? -le pregunté una tarde.
-Es una respuesta difícil -respondió Isaac- Nunca supe su nombre verdadero... pues he tenido cientos de solicitantes excéntricos en mi casa... Sin embargo, un día, hace ya muchos años, vino a verme una mujer y colocando frente a mí un bebé de pocos meses, me preguntó qué podía prestarle sobre él! Pensé al momento que no estaba en sus cabales, mientras le respondía que no aceptaba garantías de tal dote...
-Pero señor -replicó- estoy sin recursos, y tengo que regresar a Inglaterra, ¿no quiere UD. facilitarme para colocar a mi niño en seguridad?
Divertido de situación tan paradógica, consulté a mi mujer quien pareció dispuesta a encargarse de la criatura.
En esa confianza adelanté a la mujer diez mil francos para volver a su país, y obtener los recursos necesarios, según ella contaba. Así transcurrió una semana, luego una quincena, y finalmente un mes, sin recibir la menor noticia de la viajera. Comencé a tener mis aprehensiones, y consulté a la policía el asunto. Un oficial vino a mi casa, y después de examinar al niño, se fue con aire misterioso. Al día siguiente volvió con una mujer que comenzó a asegurar que el bebé era suyo, y que había sido secuestrado. Me sentía yo muy dispuesto a traspasárselo, pese a la pena que daba perder para siempre mis diez mil francos. La otra había, por supuesto, robado al chico, e inventó luego la historia para sacarme el dinero. Era ¿para qué negarlo? un ardid muy hábil, y desde entonces me compadezco de las madres, menos que de persona alguna".
Isaac proseguía con sus recuerdos, mientras bebía una copa, y así, me refirió unas cuantas cosas curiosas acerca de los objetos que a veces le ofrecía la gente en garantía por los préstamos que solicitaba.
Recordemos la ya citada frase de Talleyrand: "De todas las emociones humanas, ninguna es tan fructífera en vilezas e inmoralidad como el juego. Palabras más verdaderas, repito, jamás fueron pronunciadas
TENGO EL LIBRO COMPLETO-- CONFESIONES DE UN CROUPIER POR SI ALGUIEN LO NECESITA SE LOS ENVIARÈ CON GUSTO SALUDOS
CARLA.
__________________ carla
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