elpaterita Usuario
Ingresado: 14 de Noviembre de 2005 Lugar: Spain Mensajes: 1815
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Escrito el: 16 de Diciembre de 2006 a las 00:17
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Y sigo melancólico esta noche, recordando otra cosilla que tenía escrita por ahí hace más de un año, y quería compartir en estas fechas:
Querido compañero de timba, tragaperras, partida, casino, bingo, ...de JUEGO:
Antes compartíamos juego, ahora el juego nos separa, tú sigues con él y yo intento estar sin él apartarlo de mi mida y la de los míos.
Ahora comparto experiencias con alguien de tu entorno, que también sufre el juego, el tuyo y ella me pide que te escriba algo pues, como yo, eres JUGADOR, ludópata dicen otros, jugador compulsivo, vamos que cuando empezamos a jugar lo único que nos para es que no tenemos gasolina, que nos quedamos sin dinero, que la tarjeta no nos funciona, que no podemos sablear por el momento a nadie más, que también estamos ciegos de alcohol o de otras cosas.
Sufrimos un impulso, más fuerte que nosotros y nuestras circunstancias familiares, laborales, sociales, que nos lleva, a pesar de haber jurado, perjurado, prometido por todos nuestros vivos y nuestros fallecidos, a JUGAR, y volver a JUGAR, como lo que hacen con el agua los peces del villancico: beben y beben y vuelven a beber; nosotros, jugamos y jugamos y volvemos a jugar, nos endeudamos, nos sentimos mal por dentro y por fuera, toda nuestra vida se dirige por una brújula: el juego, y el dinero para jugar, aunque ahora hay juegos que enganchan y no cuestan dinero: los de internet, por ejemplo; antes también los había, conozco a un compañero jugador de billar, que llegó a comprarse una mesa para instalarla en su casa, jugaba más de quince horas al día, y terminó perdiendo su trabajo y su familia. Estos son nuestros nortes, y no importa, nosotros seguimos ennortados, suministrándole dinero y vida, la nuestra y la de los nuestros, a él y a los que se enriquecen con él.
Estos son lo síntomas de nuestro comportamiento. Lo nuestro es una ENFERMEDAD. Cómo si no hacemos y volvemos a hacer eso que tanto daño nos hace; si no es una enfermedad este impulso irrefrenable, nosotros seríamos unos hijosde..., unos cabr... Ya hemos deducido que estamos enfermos, de ludopatía. Cuando nos duele una muela, vamos al dentista; cuando sufrimos ludopatía, vamos a un centro de tratamiento para que nos curen, o nos paren el juego.
Estos centros se llaman Asociaciones de Jugadores, anónimos o rehabilitados, cada uno tiene su programa y su tratamiento, pero ambos son válidos. Y cuando vamos a nuestro médico, a nuestra asociación, cuando hemos reconocido que el juego nos ha derrotado una y milcienes de veces, a pesar de nuestro empeño en contra, empezamos a salir de este túnel que parecía que no acababa nunca. Pero, debemos de QUERER curarnos.
Como con los otros medios de sanación aquí tenemos que querer nosotros: si me manda un antibiótico el dentista y no me lo tomo, normalmente seguiré, si no me he muerto, con la infección y el dolor de muelas. Para nuestro descontrol, tenemos que querer tomarnos nuestras pastillas, que son las que desde hace mucho tiempo otros enfermos, otros ludópatas, otros jugadores, han estado y siguen tomando:
1/ dejamos de manejar el dinero, que es el principal enemigo de nuestra enfermedad: las cuentas pasan a nombre de otra persona de nuestro entorno, o se mancomunan. Si tenemos que cobrar el salario, vamos acompañados o alguien lo hace por nosotros.
2/ dejamos de asistir a sitios de riesgos. Y ¿qué son sitios de riesgos para mí?. En mi caso, además de los sitios donde hay juego, eran todos los bares y garitos; en ellos, aunque no hubiera juego, yo me empezaba a calentar, y una vez calentito, me iba a otro sitio a jugar. También eran lugares de riesgos, las celebraciones, las comidas con los compañeros, porque también me calentaba en ellas y terminaba jugando o, al menos, metiendo la pata.
3/ dejamos de frecuentar a las viejas amistades; sí esas con las que íbamos de juerga, o con las que nos íbamos a jugar; aunque, últimamente, cuando esto nos ha hecho mucho mucho daño como para pedir ayuda, jugábamos solos, ya no nos divertía jugar, pero seguíamos haciéndolo.
4/ reconocemos ante nuestra familia y los amigos que importan, el jefe y algunos compañeros de trabajo, que somos Jugadores y que hemos empezado un tratamiento. A veces, es conveniente dejar de trabajar: para qué queremos trabajar, si lo que ganamos es para jugar. Si no jugamos, no necesitamos dinero, y por el momento, no trabajamos, nos centramos en nuestro tratamiento, en nuestra nueva vida.
5/ dejamos el alcohol y las drogas, si las tomábamos. Porque si sin tomarlas, jugábamos; cuando bebemos o nos drogamos, ¿hasta dónde somos capaces de llegar?. Debo comprender que mi mente es una mente enferma, inmadura, y no necesita estímulos químicos para enfermar más, para nublarla más.
6/ vivimos las 24 horas del día. Día a día. Nos planteamos todo este tratamiento como si sólo vivimos el día de hoy. Me levanto y me digo "hoy no voy a jugar". Manejar dinero, las juergas, manipular a los demás, mentir, ... beber, eso no lo voy a hacer el día de hoy; no me lo planteo más lejos, porque no tiene sentido, no sé lo que va a hacer del día de mañana, y porque me puedo agobiar al dejar de hacer cosas para toda la vida. SOLO POR HOY NO VOY A JUGAR.
7/ dejamos de mentir. Empezamos a conocer lo que es la SINCERIDAD, y somos honestos con nosotros y los demás. Sólo así, empezamos a conocer una palabra que sólo usábamos en los crucigramas: LA AUTOESTIMA, nos empezamos a querer, a valorar, y a sentir que los demás nos quieren, nos valoran. Así, hacemos un inventario de todas y cada una de nuestras deudas, y sin saltarnos la más mínima, la presentamos a nuestro familiar, que hablará y proveerá, si se puede, de pagarlas, "se va a pagar, cómo se pueda, pero se va a pagar". Eso ahora ya no nos debe preocupar más, es cosa de nuestro familiar. También hay quien sale sólo de esto, no es imprescindible el familiar, pero debemos reconocer a nuestro entorno nuestra condición de JUGADOR en rehabilitación, de enfermo que se compromete a rehabilitarse.
... Cuesta, pero merece la pena.
Sí, por lo que llevo vivido, merece la pena. Después de más de veinte años jugando, nunca pude dejar de hacerlo sólo más que unos días, unas semanas e incluso hasta seis meses o un año, volvía a jugar. Ahora, llevo once meses en una asociación de mi ciudad, y merece la pena. Es muy muy fácil llevar esas herramientas a cuesta sólo por veinticuatro horas, pero es muy muy duro, sobre todo al principio. Hay que querer, hay que creérselo, hay que comprometerse, sobre todo, con uno mismo, y con el grupo y la familia. Hay una vida nueva por ahí delante, y yo la quiero vivir para mí, y con los míos. Un abrazo y felices 24 horas.
__________________ Vive y deja vivir
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