Escrito el: 30 de Marzo de 2012 a las 01:14
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El esfuerzo por perdonar a veces se convierte en una pesada carga, sobre todo cuando las personas por las que estás intentándolo, no consideran que deban ser objeto de ello. Llevo casi 1 año arrinconando mis sentimientos, mi inmenso dolor por lo perdido. Y no hablo del dinero. Hablo de confianza, de sentir el calor de la protección incondicional de los tuyos.
Mi más preciada pérdida fue tener la certeza de descubrir a mis años, que desconocía por completo a los que yo siempre pensé y di por hecho, que eran “los míos”, pasase lo que pasase en mi vida, porque yo siempre tuve claro que estaría ahí para lo que me necesitasen, fueran cuales fuesen las circunstancias que a lo largo de la vida pudieran acaecer.
Para mí no hay excusas. No las encuentro. Me dieron la espalda, y ahora que va a hacer 1 año de todo aquello, la herida se empeña en “molestar”. Pica, y además pica mucho, porque mucho, por no decir todo, ha cambiado. Jamás podré volver a confiar en ellos, jamás podrán hacer que me sienta querida e integrada en una familia, porque mi perspectiva se cortó abruptamente y de la forma más descarnada un 24 de abril.
Ninguno de ellos cree tener que pedir perdón por nada, puesto que la culpable fui yo y por supuesto es únicamente mi problema. Yo “me lo busqué”, por tanto, “yo lo debía solucionar”, y así como yo confesé y lloré, pero sobre todo he pagado caro siempre mis errores, aún espero ya no una disculpa por lo que se me dijo y cómo se me hizo sentir, sino simplemente el reconocimiento de que no hicieron absolutamente nada; que me dieron la espalda, dejando que el paso del tiempo solucionase milagrosamente todo.
No he matado a nadie, no he traficado con nada, nunca he robado, ni he pedido dinero a nadie, el dinero que aún debo siempre ha sido a entidades bancarias, yo a mí misma es a la única que he perjudicado…Por ello no he parado de preguntarme casi cada día, ¿qué hubiera ocurrido si hubiera hecho algo grave o daño a alguien?. No me puedo quitar esto de la cabeza, cuando veo lo que llegan a hacer muchos familiares por los suyos, en casos de mayor gravedad.
Nadie se preocupó de lo que aquello podría repercutir en mi salud; nadie quiso escuchar causas, problemas, consecuencias…., todos “también tenían sus propios problemas”.
A veces me pregunto cómo leches he conseguido salir, pero es ahora, cerca de la víspera, cuando me hago consciente de que no se quiso escuchar las múltiples razones que, una vez comenzados mis años de jugadora, se aunaron para destruir la delgada línea que me separaba de la hecatombe.
Muchas veces he dado gracias que surgiese la mano de mi ex, ofreciéndome una pequeña ayuda económica que sólo acepté 3 veces, y la cual ya he pagado también. Me vi obligada a aceptarla. Devueltos todos los recibos, y cortados varias veces diferentes suministros, prácticamente no tenía ni para comer. Obligada a aceptar el dinero, de la persona por la cual a veces no quería irme a dormir muchas noches (y de hecho no lo hacía), y que no entendía el por qué no quería que amaneciera. Y era porque la mañana traía otra pesadilla: la vuelta al trabajo, donde me esperaba otra masacre personal, otro tipo de presión psicológica, que con un poco de suerte quizás a partir de ahora, pueda ver pagar las cruentas y múltiples facturas, de quien fué mi particular torturador, si hay justicia, y acaba en el banquillo (aunque no precisamente por lo mío). El infierno en los lugares más íntimos, que deberían haber sido mi refugio y apoyo. Demasiadas noches no llegué ni a acostarme, incluso varias seguidas. Por ello no se me ocurrió mejor forma que “esconderme” en los bingos. Ya lo expliqué: lugares “seguros” para que mujeres solas pululen en la noche, hasta altas horas, sin temor de interpretaciones erróneas.
Pero eso ya lo he contado alguna que otra vez, y no me complace nada recordarlo, aunque todavía puedo “sentir” a veces el alivio que me proporcionaba y que yo tan mal interpreté.
Ahora solo pienso en que pase lo que pase, procuraré por todos los medios, no molestar ni llamar a nadie. No puedo, porque ya no siento lo mismo. Puede que esto conlleve una mayor soledad, pero no creo pueda ser mayor que la sentida hasta ahora, y a la cual poco a poco, y lo cierto es que con esfuerzo y pena a la vez, me intento acostumbrar. Lamento haber metido este “bloque”, pero hoy ha vuelto el dolor
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