Chaman57 Usuario
Ingresado: 08 de Enero de 2006 Lugar: Spain Mensajes: 229
|
Escrito el: 01 de Abril de 2007 a las 09:39
|
|
|
Años ha, una dulce y joven rosa, provista de soberbias espinas, puso empeño en ser regalada por la diosa Naturaleza a una doncella de buenos sentimientos que le librase del tormento de mantener las raíces en el suelo.
- Si vos lo queréis, que así sea- Contestó el radiante Sol, convencido por la elocuencia de la rosa- Pero no olvides que tu hogar no volverá a serlo y que tú tampoco volverás a ser lo que eres, así como tampoco la vida que tendrás será vida.
- Es lo que quiero, padre- Contestó la rosita.
y
la gota del rocío de la mañana rodó por sus brillantes pétalos cual lágrima corre como llanto de bebé. Se despidió de su familia y partió.
P
artió su talló y se arrojó al borde del camino. Fingióse muerta y, flotando en un charco se quedó.
Mientras flotaba en medio del camino soñaba que una hermosa niña la tomaba en sus manos y la acariciaba, sin miedo a sus espinas, soñaba con mirar desde lo alto de una azotea la inmensidad de su eterna familia, soñaba con ser amada en su forma pura, soñaba con ver las estrellas y vibrar de emoción con el contacto de un beso, soñaba con que la idolatraban y la subían a un altar, soñaba que la adoraban. No soñaba, sin embargo, con hacer feliz a su vez a alguien, no soñaba con proteger a nadie, no soñaba con abrazar a nadie, no soñaba con poder oler el perfume de otro, No lo soñaba por que no se puede soñar con lo que no se conoce.
S
e hizo tantas ilusiones con su futuro, tan prometedor en su cabeza, que no atendió a su alrededor. La niña se acercaba.
La niña la vio, la niña deseó tenerla entre sus manos, la niña se acercó a cogerla.
De repente todo un mundo de buenas expectativas se abrió ante la ingenua rosa. Todo lo que había soñado se le venía encima de golpe. Veía ya sus sueños cumplidos. Pero oía la voz de su padre, “La vida que deseáis no es vida”. ¿Por qué no lo iba a ser? Pobre rosita, que inocencia más egoísta. Las rosas jóvenes sueñan demasiado.
La niña llevó a nuestra rosa a su casa. Al principio la tocó, le acarició los suaves pétalos con los labios. La rosa se estremeció, “no pensaba que esta sensación fuera tan palpitante”- pensó.
Pero los niños son niños. La joven princesita comenzó a cortarle las espinas. A la rosa le dolía, pero aguantaba con valor cada estocada. Le dolía. Le dolía. En cada batida las lágrimas corrían por su tallo. Pero, ¿por qué la niña no se daba cuenta del daño? Nunca lo supo.
La rosita fue marchitándose rápido. Cada pétalo caído era un sueño roto.
La niña acabó por olvidar los pétalos, las virtudes, las espinas, los pinchazos, el tallo y la ilusión de haber encontrado una flor tan bonita en medio del largo camino a casa.
Cuando la sequedad de las ojas ya le impedían hasta el desahogo del llanto, un nuevo sueño apareció de pronto. Cuando creía perdida toda posibilidad de esperanza se abrió una ventana. ¡Por fin vió toda la inmensidad de los dominios de sus padres! ¡La Naturaleza y el Sol ya podían sentirse orgullosos de una de sus hijas! Logró un sueño. Pero no era ese un futuro finito.
L
a rosita no terminaría sus días en el alfeizar de una vieja casa de campo. Por suerte para ella una tosca y robusta mujer la tomo con delicadeza entre sus callosas manos. El tacto era áspero, pobre. Pero la delicadeza era suma. Esto era manjar de los dioses, néctar de miel. Sentía que flotaba entre nubes de algodón. La niña revoloteaba por alrededor de la señora, el tacto inexperto dio paso a una concienzuda labranza de buen trato.
- Te he dicho mil veces, mi niña,- Dijo con dulzura la buena ciega a la pequeña-, que a las rosas se las trata con sumo cariño. Son las hadas del bosque. Cuando les quites las espinas pídeles permiso. Hay gente que piensa que no te oyen; o que, si bien te oyen no te saben responder. Pero tienes que estar alerta, mi niña, una rosa te dirá todo con sólo un roce.
- Esta rosa no me ha dicho nada.
- Si le haces daño llorará en silencio a través del tallo. Si está contenta sus pétalos no se caerán y sus hojas no se secarán, si ve a sus padres, el Sol y la Naturaleza, no perderá el aroma, y si le hablas se girará hacia el sonido para oírte mejor.- Las manos depositaron la flor en una tela. ¡Había más como ella allí! Todas resplandecientes.- Hola nueva amiga- dijo la mujer.
U
na vez la rosita sobre la tela de algodón comenzó el trabajo de la señora buena.
La minúscula rosa observó muy atenta un proceso minucioso de selección de flores. Una margarita muy amarilla lucía resplandeciente y presumida en una crisálida de cristal. El jarrón también poseía una amapola y un jazmín.
- ¡Eh! ¡Eh, tú, la rosa de ahí!- dijo un tulipán.- ¿sabes que van a hacer con nosotros? ¿no? Pues mira los de ahí arriba.- La rosita miró otra vez al jarrón. No vio nada de particular,- Ahora ya poseen el elixir de la eterna juventud. Ellos ya no morirán.
- ¿Qué quieres decir? No lo entiendo.
- Verás, la señora de las manos grandes es la florista de la reina. Ella decora con nosotros las estancias del castillo. Pero primero hace una especie de conjuros, nos viste de galas y nos lleva de procesión por el bosque hasta el inmenso castillo. Después, las doncellas de la reina nos colocan por las habitaciones, los pasillos, la capilla, ... ¿Sabes que? ¡Lo mejor es que ya no vamos a morir nunca!
- ¿Estas seguro de eso?
- Pues claro. Me lo contó la niña. Cuando me cortó las raíces en el bosque.
- No sé si yo serviré para eso. Mis pétalos ya no están vistosos y el tallo me pica tanto que si me rasco se me caerá.
- No te preocupes, rosita, la buena mujer te arreglará y lucirás tan bonita como siempre.
El tulipán era muy amable. Siempre le habían dicho sus hermanas que las demás flores eran unas envidiosas y no merecían la pena. ¡Cuánto estaba aprendiendo! A pesar de los sufrimientos pasados se alegraba de conocer mundo. Y mucho más si iba a gozar del privilegio de vivir para siempre.
__________________ Chaman57
|