elpaterita Usuario
Ingresado: 14 de Noviembre de 2005 Lugar: Spain Mensajes: 1815
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Escrito el: 26 de Junio de 2007 a las 19:36
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Esta tarde tenía ganas de recordar algo de no hace mucho tiempo.
No sé si será o no terapéutico usar el foro para nosotros jugadores, si día a día seguir hablando o escribiendo del juego, eso que tanto nos une por este nuestro foro y tanto nos separa o nos ha separado de nuestro entorno más inmediato, pero el juego está ahí, y por aquí hay muchas actitudes frente a él: desde quien pilla confianza, y se enfrenta a él, siendo, tarde o temprano vencido, hasta quien lo ignora, quien convive él, sabiendo que existe, pero no para él. Lo que sí debe ser terapéutico es no olvidarnos el daño que nos ha provocado a nosotros y a nuestro entorno.
Yo acepté que era ludópata y que esto que me afectaba era una enfermedad a la que no me podía enfrentar, tras jurar una y mil cienes de veces, de verdad, desde dentro, con ganas, por mis vivos y por mis moridos, que no iba a jugar más, y siempre volvía a caer; después de comprobar que esos "sólo son mil pesetas", "sólo diez euritos", iban uno y otro billetes, ese "sólo diez minutos", o ese "sólo un cuartillo de hora", se convertían en días o noches completos.
Empecé, tras una noche de bingo, maquinitas, timbas, alcohol y coca, por confesarlo a mi pareja, serían las 5 o las 6 de la mañana, y quedé con ella que si no podía parar esto con su ayuda, siguiendo a un grupo de jugadores anónimos por internet y medio controlando el dinero, que me iría con ella a una asociación (la solución que ella me daba y yo no quería aceptar). No quería dar mi brazo a torcer todavía.
En unos meses, caí de lleno y me tiré una semana con más de lo mismo: tragaperras, bingos, partidas con los colegas, salidas con los compadres, mucha priva, mucha coca, desmadres en cajeros, mentiras, faltas de casa, mucha apariencia de normalidad en los otros entornos, el laboral y el social, ...
Entonces, empecé por aceptar que "era un cabronazo", un peazo de mamón mu grande, y me fuí, o me deje llevar, a una asociación, en la que sigo (mil cienes de gracias por estar ahí, otra vez).
Allí, en plena acogida, con la autoestima como mis cuentas corrientes, como mis tarjetas, como mi relación de pareja, como todo lo que me rodeaba, unos compañeros, ya rehabilitados, que eran capaces no sólo de reír sino transmitir: sacarme media sonrisa, me convencieron que yo, como ellos, no era tan hijoputa como creía, que estaba enfermo, que mi mente estaba afectado de algo llamado Ludopatía, que era un jugador compulsivo, y que todo eso lo podía frenar, que le podía poner remedio al desastre de vida que llevaba en los últimos veinte años, o que podía seguir hasta el cementerio, la trena o el psiquiátrico. Todo dependía de mí, de que yo empezara a querer. Qué oportunidad me dieron: no soy un cabrón, estoy enfermo, y me lo quise creer, y me va cada día mejor. Entonces me agarré a ese clavo ardiendo llamado "enfermedad" y comencé a hacer lo que otros muchos antes estaban haciendo y hacían para que no los pillara ese mal bicho, para nosotros, llamado juego patológico.
Yo comprendía en los últimos tiempos de mi actividad ludópata que algo me pasaba, que no carburaba bien mi mente, que el juego terminaba por estar antes, durante y después de todo; pero necesitaba que me lo dijera algún doctor, y esos doctores fueron otros jugadores que habían conseguido fácilmente parar su juego. Los primeros días de recuperación pasé "vergüenza", pudor, de mostrarme como un enfermo, pero el contacto con los demás jugadores, compañeros, me lo quitó: conio, si antes no me dio vergüenza de todo lo que llegué a hacer por mi mente enferma, cómo me iba a dar ahora que estaba empezando a recuperar mi vida y mi relación.
Haciendo balance de lo que hacía y lo que hago, me fuí dando cada vez más cuenta que nos afecta una enfermedad, en verdad, compañeros que os habéis convencido hace pocas 24 horas o estáis deshojando la margarita de la abstinencia, que es progresiva y que, cuando te pilla, te deja listo, pero qué listo de papeles, y se lleva todo lo que le pongamos por delante: casa, coche, jardín, cuentas, ..., pareja, hijos, padres, ...
Disculpad el lapsus recordanti, pero es que al mediodía, mi pareja me ha ofrecido una tarjeta, y le he dicho que no la necesito.
Felices 24 horas.
__________________ Vive y deja vivir
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