Escrito el: 28 de Julio de 2006 a las 00:10
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Escribió una amiga de FAJER:
¡Buenos días, mi vida¡ ... ¡buenos días¡ ...
... Dame un beso, me voy al médico, volveré pronto ... hasta luego ...¡hasta luego¡, me contestó mi compañero.
Quién me iba a decir, que ese “hasta luego”, no sabría en realidad cuando iba a ser.
¡Pero Dios¡ ¿Con qué luchaba yo? ¿Qué había? ¿Qué pasaba? Qué incógnita más triste y más desconsoladora. Sólo sabía que, de pronto, me había quedado sola. Con cuatro hijos a mi cargo, sin dinero y para colmo, el mayor de ellos estudiando en el extranjero. ¿Cómo podría explicarle yo lo que ocurría a esa gran distancia? Y sobre todo, cuándo ni yo misma sabía nada.
Tuvo que pasar algún tiempo para que me enterara del problema por la prensa. Cuando leí el titular, creí que la sangre se me congelaba ... ha abandonado a su familia, se encuentra en paradero desconocido y aún está por confirmar la cantidad de millones que faltan en la Caja de la empresa donde él era el Presidente del Comité ...
Os aseguro que ...”para morirse”. Cada cual tiene designado su tiempo, y estaba claro que el mío no fue ese día, porque mi corazón siguió latiendo. Totalmente alucinados, descubrimos, mis hijos y yo, que mi compañero tenía problemas de juego. Hasta qué punto aprendió a mentir que viviendo tantos años juntos, yo no me había dado ni cuenta del problema.
Tenía problemas de juego –me repetía yo constantemente. Y que jugada más canalla me había reservado a mí el destino.
Cuantas más veces salía en la prensa, más cantidad de dinero contaban. Fue cuando comprendí lo mal que lo estaría pasando y la vergüenza que tendría por volver. La verdad es que pensé muchas veces que ya no volvería a verle más.
Y yo, ¿ qué? ... ¿Qué pasaba conmigo? ... Vi claramente que sólo me quedaba llorar, esperar, y estar todo el día pegada al teléfono por si acaso. Ese por si acaso no llegó, pero diariamente sonaba el teléfono y cuando yo contestaba y oía mi voz, colgaban. Mi corazón me decía que era él. O quizás fueran imaginaciones mías.
Pasaban los días y todo seguía igual. Estaba en boca de todo el mundo, siempre llorando y sin querer salir a la puerta de la calle, para no ser señalada.
Pero...y mis hijos, ¿qué hacían ellos? ... También les podría dar vergüenza salir y que la gente les dijera: Ese es el hijo del que robó tanto dinero para el juego.
Fue muy duro para mí. Tenía que sacar fuerzas de dónde no las tenía para animarles y hacerles comprender que ellos no habían hecho nada ni tenían culpa de nada, que tenían que salir y seguir sus vidas. Me costó mucho. Tenía que ser como una roca, fuerte delante de ellos, para que, al darles ánimos, no vieran ni una gota de llanto en mis ojos. Pero lo conseguí. Conseguí que siguieran con sus ritmos de vida, con sus amigos. Pero no conseguía quitarles la tristeza de sus caras, y sobre todo, esos largos silencios cuando volvían a casa. Ese silencio que, al mirarme yo ya sabía lo que querían decirme: ¿Se sabe algo de papá?. Yo agachaba la cabeza y trataba de tomarme las cosas a broma, pero creo que eso no lo conseguí.
Pasaban los días y la prensa seguía dando la noticia y yo intentaba ocultárselo a mis hijos. Pero un día, mi hija me dijo que si le ocultaba el periódico, ella lo compraría, porque de quien hablaban era de su padre. Todo le interesaba y todo lo quería saber. Al fin y al cabo era su padre y ellos lo querían, y mucho. Como digo, ella fue fuerte y la que más me ayudó a salir a la calle y mirar a la gente cara a cara, aún dándome cuenta, como decía antes, de que muchas personas al verme se daban con el codo diciéndose: - ¡ésa es¡, como si yo hubiera cometido el crimen. Y el único crimen que yo había hecho era querer mucho a esa persona que me había abandonado, y que yo rogaba volviera aunque hubiese hecho lo que fuera, porque le quería con todo el alma.
Seguían pasando los días y sin saber nada.
También tengo que agradecer, y mucho, el apoyo de mis otros hijos: que jamás tuvieron un reproche ni un mal comentario hacia su padre. Y al pequeño que si alguna vez yo ya no podía más y las lágrimas se me escapaban, me secaba los ojos diciéndome: Mamá, no te preocupes, papá vendrá pronto.
Seguía sin saber nada de él, cuando un día vino en el periódico una noticia: Había aparecido el cadáver de un hombre, con todas las características de mi compañero: el pelo blanco, barba blanca, su edad, estatura, etc. El dolor y la angustia que sentí en esos momentos, no se pueden explicar. Sólo es para pasarlo. Varios días después, con ayuda de la policía y de mucho indagar, reconocieron a esa persona y yo di gracias a Dios: no era mi compañero. Quien iba a decirme que por un pelo, esa persona bien podría haber sido él, que fue lo que pensó en ese tiempo: cortar por lo sano. De eso me enteré casi al mes, cuando volvió, hecho polvo y no en muy buenas condiciones.
Entonces me di cuenta que lo seguía queriendo y que era el hombre con el que yo quería compartir mi vida. Lo vi con claridad. Había mucho amor entre nosotros, y Dios quiera que siempre siga así.
Sí. Por fin había vuelto y necesitaba ayuda. Yo estaba dispuesta a hacer por él lo que fuera, con tal de que saliera de dónde se había metido.
Fuimos a un psiquiatra. El diagnóstico: ludopatía. Yo pregunté: ludo .. ¿qué?. Era la primera vez que escuchaba esa palabra.
Pues manos a la obra. Buscamos una Asociación y comenzamos a asistir a las terapias. Y empezó a ocurrir el milagro. Fuimos cogiendo el camino los dos juntos. Tuvimos mucha fuerza. Fue duro y lento. No había que tener prisa. Pero ¿qué habría sido de nosotros si no hubieran existido estas Asociaciones?. ¡Benditas sean¡.
Aprendí lo más importante: que era una enfermedad, cosa que no es fácil. Pero hoy, ya rehabilitado, soy de las personas que AGRADECEN, con mayúscula, que entre nosotros se hubiera cruzado esa enfermedad, y que tan rara me sonó la primera vez, porque hoy somos FELICES, como esa parejas que, a veces sin querer, hemos envidiado. Tenemos una gran calidad de vida. Hemos conseguido aprender a dialogar siempre, ante cualquier situación. Lo compartimos todo.
En resumen, hemos aprendido a VIVIR. Y eso ha ocurrido en esas “escuelas de vida” que son las Asociaciones de Autoayuda.
Ya se acabaron las mentiras, los trapicheos, las peleas, las dudas. Todo eso lo cambiamos por mucho amor, diálogo, sinceridad y comprensión.
Esto no es una novela. Es una vivencia real con un buen final. Ha costado mucho, pero hoy lo puedo contar sin que me haga daño, simplemente como una anécdota.
Cuando nos rehabilitamos, empezamos a ver cada vez más claro la cantidad de personas que hay con esta enfermedad, y sufrimiento tanto o más como sufrimos nosotros en aquel tiempo.
Nos preguntábamos cómo ayudar a estas personas. Y nosotros encontramos la respuesta: hacerlo igual que los que nos ayudaron a nosotros. Empezamos a pensar en una Asociación en nuestra zona. Nos pusimos manos a la obra y fundamos la Asociación, y que así nació de dos personas que habían sufrido mucho y que ahora estaban dispuestos a ayudar a los demás, y de lo cual estamos muy orgullosos y tenemos muchas satisfacciones. Añadir también que una de las cosas que aprendí en la Asociación fue que, mientras las penas, depresiones, ansiedad, tristezas, .... no pudiera dejarlas aparcadas a un lado y dejaran de hacerme daño, jamás podría entran en mi vida la rehabilitación.
Gracias, amiga, con tu testimonio me ayudaste.
Editado por elpaterita - 28 de Julio de 2006 a las 00:13
__________________ Vive y deja vivir
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