elpaterita Usuario
Ingresado: 14 de Noviembre de 2005 Lugar: Spain Mensajes: 1815
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Escrito el: 17 de Febrero de 2007 a las 22:52
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El caracol y el rosal
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> Cuento de Hans Christian Andersen
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> Alrededor del jardín había un seto de avellanos, y al otro lado
del seto se extendía n los campos y praderas donde pastaban las
ovejas y las vacas. Pero en el centro del jardín crecía un rosal
todo lleno de flores, y a su abrigo vivía un caracol que llevaba
todo un mundo dentro de su caparazón, pues se llevaba a sí mismo.
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> –¡Paciencia! –decía el caracol–. Ya llegará mi hora. Haré mucho
más que dar rosas o avellanas, muchísimo más que dar leche como las
vacas y las ovejas.
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> –Esperamos mucho de ti –dijo el rosal–. ¿Podría saberse cuándo me
enseñarás lo que eres capaz de hacer?
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> –Me tomo mi tiempo –dijo el caracol–; ustedes siempre están de
prisa. No, así no se preparan las sorpresas.
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> Un año más tarde el caracol se hallaba tomando el sol casi en el
mismo sitio que antes, mientras el rosal se afanaba en echar
capullos y mantener la lozanía de sus rosas, siempre frescas,
siempre nuevas. El caracol sacó medio cuerpo afuera, estiró sus
cuernecillos y los encogió de nuevo.
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> –Nada ha cambiado –dijo–. No se advierte el más insignificante
progreso. El rosal sigue con sus rosas, y eso es todo lo que hace.
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> Pasó el verano y vino el otoño, y el rosal continuó dando capullos
y rosas hasta que llegó la nieve. El tiempo se hizo húmedo y hosco.
El rosal se inclinó hacia la tierra; el caracol se escondió bajo el
suelo.
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> Luego comenzó una nueva estación, y las rosas salieron al aire y
el caracol hizo lo mismo.
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> –Ahora ya eres un rosal viejo –dijo el caracol–. Pronto tendrás
que ir pensando en morirte. Ya has dado al mundo cuanto tenías
dentro de ti. Si era o no de mucho valor, es cosa que no he tenido
tiempo de pensar con calma. Pero está claro que no has hecho nada
por tu desarrollo interno, pues en ese caso tendrías frutos muy
distintos que ofrecernos. ¿Qué dices a esto? Pronto no serás más que
un palo seco... ¿Te das cuenta de lo que quiero decirte?
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> –Me asustas –dijo el rosal–. Nunca he pensado en ello.
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> –Claro, nunca te has molestado en pensar en nada. ¿Te preguntaste
alguna vez por qué florecías y cómo florecías, por qué lo hacías de
esa manera y de no de otra?
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> –No –contestó el caracol–. Florecía de puro contento, porque no
podía evitarlo. ¡El sol era tan cálido, el aire tan refrescante! ...
Me bebía el límpido rocío y la lluvia generosa; respiraba, estaba
vivo. De la tierra, allá abajo, me subía la fuerza, que descendía
también sobre mí desde lo alto. Sentía una felicidad que era siempre
nueva, profunda siempre, y así tenía que florecer sin remedio. Tal
era mi vida; no podía hacer otra cosa.
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> –Tu vida fue demasiado fácil –dijo el caracol.
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> –Cierto –dijo el rosal–. Me lo daban todo. Pero tú tuviste más
suerte aún. Tú eres una de esas criaturas que piensan mucho, uno de
esos seres de gran inteligencia que se proponen asombrar al mundo
algún día.
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> –No, no, de ningún modo –dijo el caracol–. El mundo no existe para
mí. ¿Qué tengo yo que ver con el mundo? Bastante es que me ocupe de
mí mismo y en mí mismo.
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> –¿Pero no deberíamos todos dar a los demás lo mejor de nosotros,
no deberíamos ofrecerles cuanto pudiéramos? Es cierto que no te he
dado sino rosas; pero tú, en cambio, que posees tantos dones, ¿qué
has dado tú al mundo? ¿Qué puedes darle?
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> –¿Darle? ¿Darle yo al mundo? Yo lo escupo. ¿Para qué sirve el
mundo? No significa nada para mí. Anda, sigue cultivando tus rosas;
es para lo único que sirves. Deja que los castaños produzcan sus
frutos, deja que las vacas y las ovejas den su leche; cada uno tiene
su público, y yo también tengo el mío dentro de mí mismo. ¡Me recojo
en mi interior, y en él voy a quedarme! El mundo no me interesa.
>
> Y con estas palabras, el caracol se metió dentro de su casa y la
selló.
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> –¡Qué pena! –dijo el rosal–. Yo no tengo modo de esconderme, por
mucho que lo intente. Siempre he de volver otra vez, siempre he de
mostrarme otra vez en mis rosas. Sus pétalos caen y los arrastra el
viento, aunque cierta vez vi cómo una madre guardaba una de mis
flores en su libro de oraciones, y cómo una bonita muchacha se
prendía otra al pecho, y cómo un niño besaba otra en la primera
alegría de su vida. Aquello me hizo bien, fue una verdadera
bendición. Tales son mis recuerdos, mi vida.
>
> Y el rosal continuó floreciendo en toda su inocencia, mientras el
caracol dormía allá dentro de su casa. El mundo nada significaba
para él.
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> Y pasaron los años.
>
> El caracol se había vuelto tierra en la tierra, y el rosal tierra
en la tierra, y la memorable rosa del libro de oraciones había
desaparecido. .. Pero en el jardín brotaban los rosales nuevos, y los
nuevos caracoles se arrastraban dentro de sus casas y escupían al
mundo, que no significaba nada para ellos.
__________________ Vive y deja vivir
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